En ocasiones, he leído a algunos autores o escuchado a compañeros menospreciar acabados que “no dejen ver la belleza y el alma de la madera” (léase esto con voz grave y barbilla en alto). Esto me trae a la mente recuerdos de infancia, cuando en los veranos pintábamos las puertas de la casa del pueblo, y, de paso, usábamos la pintura sobrante para darle una mano a las sillas. A veces, una silla podía acabar con distintos colores; algunas quedaban dignas de un cuadro expresionista.
Acabar la madera con pintura, pigmentos, anilinas o tintes es una práctica de toda la vida. A mí siempre me ha parecido una buena opción, aunque requiere, en mi opinión, un gran dominio de la técnica. Aplicar un pigmento y lograr un buen resultado es mucho más difícil que simplemente aplicar manos de aceite o goma laca.
No me considero ni mucho menos un experto en la materia, más bien un aprendiz eterno, con más fracasos que triunfos. Una de las tareas que acostumbro a realizar de manera continua es experimentar con acabados. Siempre tengo retales en el taller con algún ungüento esparcido en la superficie, esperando una curación milagrosa que, por lo general, nunca llega. Hace un par de semanas, tras limpiar el taller, clasifiqué los despuntes de mi último trabajo en haya; en ese momento, una bombilla se encendió en mi cabeza. Fui al estudio, busqué entre los materiales de dibujo y cogí lo siguiente:
Ese mismo día ya “teñí” algunas tablas. Al día siguiente, al revisar las muestras, noté que el acabado se quedaba en los dedos; parecía más un pigmento superficial que un verdadero tinte para la madera. Decidí investigar qué era realmente la tinta china, ya que algo en el fondo de mi mente me decía que estaba enfocando mal el asunto. Según la definición de Wikipedia, la tinta china es:
La tinta china es el polvo u hollín que se recoge de los humos producidos por la combustión de materias resinosas, denominado negro de humo, disuelto en agua. No necesita aglutinante, ya que las moléculas de carbono se encuentran en suspensión coloidal y al secarse, forman una capa resistente al agua.
En conclusión, al ser un pigmento y no un tinte, es necesario sellar el acabado para evitar que se pierda.
Usé la tinta sin diluir y la apliqué con una pequeña brocha. La verdad es que rinde bastante; antes de que se seque, retiro el exceso. Al cabo de unas horas vuelvo a revisarlo. Con una mano suele ser suficiente, pero si quiero un tono más oscuro, hago una ligera lijada y repito el proceso. Al día siguiente, cierro el acabado; he probado con aceite y el resultado ha sido bueno. Imagino que con barnices habrá que tener cuidado para no disolver el pigmento, siendo probablemente crucial la técnica de aplicación. Seguiré investigando.
Os dejo unas fotos de las muestras.
Prueba sobre tabla de Haya, dos manos de tinta y cerrado del acabado con aceite.
Prueba de Degradado, Haya. (Destapado)
A la izquierda la superficie cepillada, a la derecha lijada, Haya. Se observa en la zona lijada una región con la veta perdida, seguramente debido a que en esa zona el retirado del polvo del lijado ha sido deficiente, saturando este los poros y opacando la textura de la madera.
Destapado de una cara, palo de Haya.
Mi favorita, sobre ayous, la impregnabilidad de esta madera es magnífica, como resultado se obtiene un negro profundo. Pruebas de degradado y destapado en las diferentes caras.
Y hasta aquí la primera fase de este experimento, me resulta un acabado muy interesante, eso si no conviene abusar, el negro tan intenso desdibuja las sombras, y aunque impactante visualmente, acaba por aplanar el volumen, y además tiene demasiada querencia por el polvo. Habrá segunda fase, ya que, por accidente, he descubierto un acabado muy interesante combinando la tinta china con otra técnica.
Saludos🤘
P.D.: Un saludo para aquellos que hayan captado la referencia cinéfila del titulo de la publicación, si has sido uno de ellos, levanta la mano en comentarios!!!🙋♂️.